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NUEVOS MERCADOS

Biocombustibles y comercio transatlántico: La UE inicia ratificación del pacto con el Mercosur en medio de tensiones

El acuerdo comercial entre la Unión Europea y Mercosur, que promete eliminar aranceles y abrir mercados para biocombustibles y productos agrícolas, enfrenta resistencias lideradas por Francia, mientras Bruselas busca consolidar un tratado histórico antes de 2025, bajo la presión de divisiones internas y preocupaciones ambientales.

Por Gabriel Toledo

03 sept, 2025 10:34 p. m. Actualizado: 03 sept, 2025 10:34 p. m. AR
Biocombustibles y comercio transatlántico: La UE inicia ratificación del pacto con el Mercosur en medio de tensiones

Con un paso audaz hacia la reconfiguración del comercio global, la Comisión Europea inició el proceso de ratificación del acuerdo con el Mercosur, un tratado que busca eliminar aranceles sobre el 91% de las exportaciones europeas —incluyendo automóviles, maquinaria y bebidas alcohólicas— en un plazo de 15 años, mientras abre las puertas a productos latinoamericanos como carne, aves, arroz, miel, soja y biocombustibles. Sin embargo, el camino hacia su aprobación está sembrado de obstáculos, con Francia liderando una oposición férrea en un contexto de crisis política interna y protestas de agricultores.


El tratado, sellado en diciembre pasado, también protege 350 indicaciones geográficas europeas, como el queso parmesano reggiano, para evitar imitaciones en los países del Mercosur. Según Bruselas, los exportadores europeos ahorrarían más de 4.000 millones de euros anuales en aranceles, consolidando el pacto como el más ambicioso en términos de reducciones comerciales en la historia de la UE. No obstante, organizaciones ecologistas como Amigos de la Tierra lo califican de “destructor del clima”, alertando que el aumento del comercio de productos agrícolas y biocombustibles podría acelerar la deforestación en la Amazonia, a pesar de los compromisos del acuerdo para evitarla a partir de 2030. Estas ONG critican la falta de mecanismos robustos para garantizar su cumplimiento.


Francia, sumida en una crisis política con el gobierno de François Bayrou enfrentando una moción de confianza, ve en el acuerdo una amenaza para sectores clave como la carne, las aves y el azúcar. París exige cláusulas de salvaguardia más estrictas, mientras la Comisión Europea evalúa la posibilidad de un anexo con medidas de protección para mitigar las perturbaciones en el mercado agrícola. “La extrema derecha ha denunciado la posible ‘traición’ de Emmanuel Macron si acepta el tratado, mientras que la izquierda radical convoca a la movilización contra lo que consideran una ‘imposición’ de Bruselas”, refleja el clima de polarización en el país galo. Los sindicatos agrícolas, como la FNSEA, refuerzan esta postura con una oposición inquebrantable.


En busca de avales


A pesar de las resistencias, países como Alemania y España ven en el tratado una oportunidad estratégica para diversificar mercados, reducir la dependencia de China en minerales como el litio y contrarrestar los aranceles impuestos por Donald Trump a productos europeos en Estados Unidos. El acuerdo, según sus defensores, no solo impulsaría el comercio, sino que fortalecería las relaciones transatlánticas en un momento de incertidumbre geopolítica.


El proceso de ratificación, que requiere el aval de los 27 Estados miembros en el Consejo Europeo y del Parlamento Europeo, enfrenta un futuro incierto. Francia necesitaría el apoyo de al menos tres países que representen el 35% de la población de la UE para formar una “minoría de bloqueo”. Italia y Polonia, que ya han manifestado reservas, podrían complicar las aspiraciones de la Comisión, liderada por Ursula von der Leyen, de concretar el proceso antes de fines de 2025, cuando Brasil, bajo la presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva, concluya su liderazgo rotatorio en el Mercosur.


Mientras las negociaciones avanzan, el acuerdo UE-Mercosur se erige como un delicado equilibrio entre oportunidades económicas y desafíos políticos y ambientales. Su éxito dependerá de la capacidad de Bruselas para conciliar las divisiones internas y responder a las preocupaciones de los sectores agrícolas, en un esfuerzo por forjar un puente comercial que no sacrifique los ecosistemas ni las sensibilidades de sus Estados miembros.

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